martes, 26 de abril de 2011

A veces, Teo vuelve



"Noche oscura. Claro de luna. Una venta.
Cruce de caminos. Tiniebla. Sombras. Tapiado.

El Afilador ausente de sí mismo. Presencia vacía que deja de existir. Viaje sin rumbo en una noche sin alma, sin salida.
Una noche de la que no se vuelve, donde nuestras sombras se transforman en pesadillas y nos atrapan como en una tela de araña. Una noche donde adoptamos la condición de difuntos, de enfermos, de seres dañados por los golpes de la vida o por la propia decisión de elegir el desastre. Un viaje al pasado junto con otro a los confines del mundo y casi del porvenir. Un porvenir que no pueden conocer los que ya están muertos. Los que no volvieron. "

Fue testigo. Teo fue testigo directo de este reducido hecho que ocurrió en el pasado y que quizá ya no vuelva a repetir. Pero todavía puede recordarlo, puede volver, aunque no completamente.

Escasa luz sobre un sillón rajado y una bañera a oscuras. ¿Qué es esto?

Delirios de un hombre envenado por sí mismo. Alucinaciones. Música oscura e incitante.

Tres muertas de hambre que viven juntas. La hija atraída por el afilador. La madre adueñándose del alma de su sucesora.

Una noche.

Cuerpos flexibles, luces, lujuria dramática.

Teo está tumbado en la cama. Sueña. ¿Qué digo? Desvaría. Emergen de su boca improperios sin sentido (¿sin sentido?) sobre un afilador perdido y una chica que esconde unas tijeras en su pecho. Dice que le gusta, pero hay algo que no acaba de entender. Pero le gusta, grita que le gusta. Aunque sigue sin acabar de asentarlo en su mente. Se siente maravillado ante el trabajo físico de los personajes, el manejo de los objetos, el tratamiento de las voces, el empleo de las luces y el potencial dado al espacio… pero algo falla en este esperpento. Algo no acaba de calar. Pero grita que le gusta, grita que le gusta.