martes, 16 de noviembre de 2010

Nonsolum


Hace cosa de dos semanas, Teo estaba cenando temprano en la mesa de la cocina, mientras su madre esperaba a Papá, que todavía no había acabado de trabajar. Bueno, en realidad, no era el único que estaba cenando, ya que, en secreto, iba dándole parte de su alimento a Yako, que le tocaba con la pata cada vez que se acababa el bocado que Teo le ofrecía por debajo de la mesa.
Estaba cenando temprano porque al día siguiente, Teo tenía que ir a la escuela.

Entonces, sonó el teléfono y Teo, a quien le encanta ser el primero en cogerlo para saber quién está llamando, se levantó de la silla de un solo golpe para correr al comedor a atender la llamada. Era su abuela. Le dijo que esa noche hacían una representación en un teatro llamado El Musical y que si le apetecía ir. Con un nombre tan chulo, Teo casi se atragantó al responder que sí. Las otras obras de teatro que había visto le habían gustado bastante, y además, estaba empezando a cogerle el gusto a esto de ir al teatro.

Mamá no fue tan permisiva. Se enfadó mucho, y al final accedió porque la abuela se presentó allí, y la abuela de Teo puede ser una anciana, pero si quiere puede ser también una niña malcriada y contestona que no para hasta salirse con la suya. Así que finalmente, a las 21:30 horas de la noche, Teo y su abuela abandonaban el hogar familiar camino hacia El Musical.

Nonsolum.

Ese era el nombre de la obra de teatro que Teo iba a ver aquella noche.
En cuanto lo escuchó, empezó a imaginarse que la representación tenía como protagonista a un superhéroe o un extraterrestre que se llamaba Nonsolum y que llegaba a la Tierra con el fin de salvar a los humanos de algún enorme peligro. Porque realmente esa palabra no se parecía a ninguna otra que Teo hubiera leído o escuchado decir antes. La verdad es que era una palabra bastante extraña.

Se apagaron las luces.

Entonces Teo se dio cuenta de que en esa obra no había ni mesas y taburetes ni bancos ni nada parecido. Sólo un pequeño cajón de madera. Como la trampilla que custodia Fluffy, el perro de tres cabezas, en Harry Potter.

De pronto apareció un hombre en el escenario. A Teo le dio bastante risa porque silbaba y tarareaba algo sin parar, y se movía de allá para acá de una manera bastante peculiar. Pero Teo todavía no se había acomodado del todo, pues no entendía de qué trataba la obra en realidad.

Entonces el hombre se presentó. Pero luego tocaron al timbre. Y el hombre se presentó de nuevo como otra persona distinta. Y volvió a ocurrir. Y volvió a ocurrir. Muchas veces. Teo se reía, pero todavía no entendía a dónde iba a parar todo aquello. La misma persona era alto, bajo, delgado, gordo, desnudo, vestido... Entonces Teo se acordó de los juegos con sus compañeros en el recreo: Los lunes toca historia de indios; los martes, aventura de superhéroes; los miercoles, guerra de bandos; los jueves, el zoo; los viernes, invasión alienígena. Y en todas esas situaciones, Teo era Kukhum, o Spiderman, o el General T, o una pantera o R5D2-II. Y sin embargo, seguía siendo Teo. Porque él era Teo al fin y al cabo, aunque a veces fuera un indio y otras un alienígena. Y es cuando empezó a disfrutar un poco más de la representación. Y a reírse tanto como su abuela. Bueno no, tanto no, porque su abuela estaba riéndose desde que había empezado la obra. Teo no lo entendía, la verdad.

Y el hombre decía, o los hombres decían, que estaban en el paraíso. Pero él sólo seguía viendo la cajita de madera de Harry Potter.

Luego llegó un momento en que Teo realmente deseó marcharse del teatro e irse a dormir. Porque durante un rato su abuela estuvo tapándole constantemente los oídos y Teo sólo podía ver lo que hacía el señor, y no oírlo. "Cosas de mayores" -le decía ella. Pero él quería escucharlo, más que nunca (el testarudo Teo...). Tuvo que conformarse con ver al señor hacer esparamentos extraños con las manos y poner muchas caras, distintas unas de las otras.

Y el hombre después cantó. Boleros, su abuela le dijo que eran boleros. Se subió a la cajita de Fluffy y cantó melodías muy lentas, con movimientos muy pausados, y Teo entrecerraba un poco los ojos porque el ambiente tan oscuro y tranquilo lo invitaba al sueño. Le recordaba a un viejo casette de su padre que le ponía cuando era más niño para irse a dormir.

Pero sin duda, la mejor parte de la noche fue cuando el señor se puso unas gafas de plástico que le tapaban los ojos. Las gafas mágicas de Nonsolum. Teo quería subir al escenario y pedírselas al hombre, pero sabía que su abuela se hubiese enfadado mucho con él y no lo hizo. Y Nonsolum, es decir, el hombre, comenzaba a comportarse de una forma ligeramente distinta a como lo hacía sin llevar las gafas. Y Teo volvió a acordarse otra vez del principio de la obra y todas las personas distintas que habían pisado el escenario en el cuerpo de una sola.

Cuando acabó la obra y aunque tenía bastante sueño, Teo aplaudió mucho. Aunque su abuela aplaudió más. Teo llegó a pensar que se le iban a caer las manos cuando salieran del teatro. Pero no fue así. De hecho, al salir no dejaba de decirle que la obra había sido una maravilla.
-Era Sergi López, Teo, Sergi López. ¿Cómo no va a ser una maravilla? -le repetía una y otra vez. Eso Teo no lo entendía. Para él, ese nombre no significaba nada. Para Teo, ese hombre era Nonsolum, el de las gafas mágicas.

A la mañana siguiente, Martes, Teo preguntó a su profesora de Conocimiento del Medio qué significaba Nonsolum. Matilde, que así se llamaba, le dijo que esa palabra no existía. Pero Teo, el testarudo Teo, no se dio por vencido y buscó a Soledad, la profesora de Lengua. Y ella le dijo que Non solum venía del Latín y que significaba "No solo". Teo le dio las gracias, salió al patio y se convirtió en Spiderman, porque aquel día era martes.

1 comentario:

  1. Ohhh!Qué bello artículo, qué entrañable es Teo, qué bonito poder ver por sus ojos y escuchar por sus oídos.
    Y qué particular su percepción de la obra de Sergi Lopez. Encantador!

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